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Evaluación Fonológica

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La evaluación fonológica requiere la administración de pruebas específicas y la recolección de muestras del habla del niño, además de un registro y análisis minucioso posterior.

 

Niveles para la evaluación fonológica

Evaluación no lineal 

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De acuerdo con David Ingram debemos considerar tres niveles en la evaluación del aspecto fonológico: 

 

Nivel de percepción

 

En primer lugar, debemos descartar a través de pruebas audiológicas, un déficit sensorial auditivo. Una vez descartado el mismo, evaluaremos las habilidades para diferenciar perceptivamente tanto aspectos fonéticos como fonémicos de la lengua. 

Pueden efectuarse dos tipos de tareas: pruebas de discriminación auditiva y pruebas de reconocimiento auditivo.

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En las de discriminación auditiva, el niño debe indicar si dos estímulos que se le presentan son iguales o distintos.   Los estímulos pueden ser sonidos del habla aislados, sílabas, pseudopalabras y palabras. Ante la presentación auditiva de cada par de estímulos, el niño debe responder “iguales” o “distintos”.

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En las pruebas de reconocimiento auditivo el niño cuenta con dibujos para señalar por lo que son más sencillas de aplicar.

Graciano, C.; Kornuta, A y cols. (1999) desarrollaron la Prueba de Percepción Fonológica (PPF) que consiste en dibujos que representan pares de palabras con diferencias mínimas, a nivel segmental o estructural. Ej: puma-fuma, pato-plato, pato-zapato. Ante el estímulo de la palabra adulta, el niño debe realizar la identificación fonémica correspondiente para señalar el dibujo correcto.

También se pueden aplicar pruebas de decisión lexical que se confeccionan a partir de los errores de cada niño en particular, donde se le presenta un dibujo del estímulo en cuestión y el examinador produce una forma fonológica para dicha palabra que puede ser correcta o incorrecta. El niño sólo debe responder “bien” o “mal”. Se recomienda que, además de reproducir el error del niño, el examinador diga otra forma incorrecta -aproximada al error- para evitar una respuesta acertada por azar. Por ejemplo: ante el dibujo de una casa, el examinador dirá alternadamente: “¿Es cata?” (error del niño), “¿Es casa? (sin error), “¿Es caya? (error distinto al del niño).

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Nivel de organización 

 

Para evaluar este nivel, se deben obtener muestras del lenguaje espontáneo dado que buscamos analizar cómo el niño organiza activamente el sistema de sonidos de su lengua.

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Es conveniente implementar en primer lugar, el uso de pruebas de denominación, pues permiten un blanco claro sobre el que realizar el análisis, dado el grado de ininteligibilidad que suelen presentar estos niños.

La tarea consiste en pedirle que denomine un dibujo -o juguetes y objetos concretos si son niños muy pequeños. Se consigna la respuesta dada, aunque no se corresponda con el estímulo, ya que cualquier expresión espontánea del niño (que sea comprensible) será útil para el análisis fonológico.

Existe gran variedad de pruebas en español que pueden emplearse, las más difundidas son el Registro Fonológico Inducido de Monfort y Juárez (1989) que se administra a partir de los 3 años de edad y el Expressive One Word 4 Test de Vocabulario en imágenes en su edición en español con baremos desde los 2 años.

Cabe destacar que no debe realizarse la evaluación de la organización fonológica con pruebas de repetición pues los resultados pueden contaminarse por la presencia del modelo adulto y esto no reflejaría las capacidades reales del niño. 

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Dado que la palabra aislada puede resultar facilitadora para el niño y que muchos procesos pueden no tener la posibilidad de expresarse es bueno complementar la toma con una muestra del discurso conectado. Se recolecta un corpus de entre 100 y 200 emisiones a través de una situación comunicativa: un juego, una conversación, un cuento o una narración a partir de láminas o imágenes.

Se recomienda grabar y/o filmar al niño para un registro más eficaz y preciso, y realizar la transcripción fonética (empleando los signos del Alfabeto Fonético Internacional) para facilitar la interpretación a través de distintos examinadores.

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A partir del registro y análisis minucioso de todas su producciones espontáneas, determinaremos cuáles son los procesos predominantes, sus reglas y el repertorio  de sonidos que usa en forma significativa (repertorio fonémico o fonológico).

 

Nivel de producción 

 

Observamos en primera instancia las estructuras anatómicas que conforman el sistema estomatognático y las habilidades práxicas orofaciales.   

Se uilizan pruebas de imitación de gestos y acciones como el Examen de Movilidad Facial de L. Kwint; se evalúan  las habilidades de diadococinesia oromotora  mediante secuencias de praxias (para observar las posibilidades de programación y planeamiento motor).

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Luego evaluamos la capacidad del niño para realizar los gestos articulatorios correspondientes a los sonidos de su lengua, mediante la repetición de sílabas aisladas. Así obtendremos el repertorio fonético, es decir, qué sonidos y estructuras silábicas es capaz de producir o articular el niño  (aunque los sustituya o no los use adecuadamente en su lenguaje espontáneo). 

En los casos en que no pueda producir un sonido en el nivel de sílaba, debemos tratar de lograr su producción en forma aislada, y consignar el resultado para observar en qué nivel ese sonido es estimulable.

 

La estimulabilidad es la capacidad de articular o imitar un sonido ante el modelo.

 

También pueden aplicarse la repetición de pseudopalabras que permite evaluar el procesamiento fonológico en forma específica, sin la influencia del conocimiento lexical o semántico, y la repetición de palabras, donde pueden emplearse los estímulos que el niño produjo  en la prueba  de denominación y observar si comete menos errores, lo que revelaría una dificultad de organización mas que articulatoria.

 

De acuerdo a los resultados obtenidos en los tres niveles, podrá determinarse si se trata de un retraso o un trastorno fonológico y si existe o no algún factor fonético (articulatorio o perceptual) que puede estar incidiendo en el desarrollo fonológico del niño.

 

Esta evaluación puede complementarse con pruebas para evaluar atención, memoria y otros aspectos del procesamiento lingüístico que pueden arrojar importantes datos para el diagnostico y la posterior intervención.

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Evaluación no lineal

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En el caso de aquellos niños con limitaciones estructurales que afectan fundamentalmente la programación de la palabra y que poseen además un repertorio fonológico  mínimo, el análisis de procesos puede resultar  engorroso e ineficaz.

En estos casos, es posible recurrir a la llamada Evaluación No Lineal, basada en la teoría fonológica del mismo nombre que propone una organización jerárquica de palabras, sílabas, segmentos y rasgos, e intenta explicar los efectos de esa jerarquía sobre los patrones fonológicos que aparecen en el habla del niño.

El interés no está puesto en los sonidos individuales sino en ver la interacción entre los distintos niveles del sistema fonológico.

El análisis fonológico deberá incluir entonces, la evaluación tanto de aspectos segmentales (fonemas o clases de fonemas) como estructurales o fonotácticos (sílaba, palabra, frase).

Se tendrá en cuenta entonces la prosodia; la acentuación de las palabras; el uso o no de partículas funcionales; las longitudes de las palabras (monosílabas, bisílabas, trisílabas, cuatrisílabas) y los esqueletos o formas (secuencias consonante-vocal) que el niño es capaz de manejar. Es importante consignar las secuencias consonánticas que puede organizar dentro de una palabra ya que esto permite observar si existen asimilaciones, y es lo que aporta inteligibilidad al mensaje. También se tiene en cuenta la posición de los fonemas dentro de la palabra, observándose si conserva las consonantes iniciales o finales de sílaba así como en grupos consonánticos.

Finalmente se establece un repertorio fonológico y también se analiza la estimulabilidad de aquellos sonidos ausentes (repertorio fonético) ya que en general estos niños cuentan con un repertorio consonántico muy restringido.

Así esta información será clave para plantear los objetivos terapéuticos, ya que permite establecer en forma precisa cuales son las estructuras que dominan el sistema del niño. 

 

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Fuentes

 

Acosta, V.M., León, S. & Ramos, V. (1998). Dificultades del habla infantil: Un enfoque clínico. Investigación, teoría y práctica. Archidona (Málaga): Aljibe.

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Bosch, L. (2004). Evaluación fonológica del habla infantil. Barcelona: Masson.

 

Gonzalez Valenzuela, M.J. (1994). Dificultades fonológicas: Evaluación y tratamiento. Valencia: Promolibro.

 

Graciano, C.-  Alvarez, A. (2002). Evaluación del aspecto fonológico del lenguaje. Publicado en la página Web de la Asociación Argentina de Logopedia, Foniatría y Audiología.

 

Ingram, D. (1983). Trastornos fonológicos en el niño. Barcelona: Médica y Técnica. (Traducción del original inglés de 1976: Phonological disability in children. Londres: Edward Arnold).

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Massone, M.I. & Borzone de Manrique, A.M. (1985). Principios de trascripción fonética. Buenos Aires: Macchi.

 

Monfort, M. & Juárez, A. (1989). Registro fonológico inducido. Madrid: CEPE.

 

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